TRIUMF, el centro acelerador de partículas de Canadá, explica cómo Canadá puede reconstruir su infraestructura de investigación para convertirse en líder mundial en investigación e innovación.
El mundo luce significativamente diferente hoy que hace un año. Las lealtades geopolíticas están cambiando, se están reescribiendo normas arraigadas desde hace mucho tiempo y los países de todo el mundo están reconsiderando cómo asegurar su lugar en un futuro cada vez más impredecible.
Nuevas posibilidades se esconden dentro de esta incertidumbre. Para Canadá, esta es una oportunidad para demostrar que no sólo podemos ser un socio confiable, sino también un líder. Pero el liderazgo requiere tomar decisiones audaces y aprovechar al máximo las ventajas estratégicas que ya se tienen.
Las principales instalaciones de investigación de Canadá
Una de las ventajas más poderosas es la amplia infraestructura de investigación, la red del país de las llamadas «Grandes Instalaciones de Investigación» (MRF). Estos no son sólo caballos de batalla de la ciencia. Son motores de innovación, atracción de talentos y plataformas para descubrimientos impulsados por misiones que generan beneficios mucho más allá del laboratorio. Pero con demasiada frecuencia se los trata como una ocurrencia tardía. Es decir, reciben suficiente apoyo para funcionar, pero rara vez se les empodera para tener éxito.
Durante décadas, los MRF canadienses han operado según la filosofía del «producto mínimo viable». Nuestros marcos de financiación y políticas los han sostenido, pero no los han mejorado. Esa actitud debe cambiar si aspiramos a un verdadero liderazgo global en ciencia e innovación. Estas instalaciones no son una carga. Son nuestros jugadores más valiosos.

la necesidad de ser audaz
Canadá ya tiene lo necesario para tener éxito: talento de clase mundial, excelente infraestructura y sólidas relaciones internacionales. Sin embargo, los enfoques actuales de MRF están en desventaja. En un mundo donde se valora la audacia, la vacilación o la típica humildad canadiense corren el riesgo de volvernos invisibles. Hoy en día, un mosaico de modelos de propiedad, operación y financiamiento limita la capacidad de nuestras instituciones para funcionar como un sistema nacional. A pesar del papel del gobierno federal en su sostenimiento, no existe un marco unificado para coordinar su misión o ampliar su impacto. El resultado es una menor visibilidad y oportunidades perdidas. Mientras nuestros pares utilizan sus laboratorios como buques insignia del poder nacional, con demasiada frecuencia se ignora a los laboratorios canadienses.
La falta de una hoja de ruta a largo plazo no hace más que profundizar el desafío. Un enfoque de base basado en propuestas para definir prioridades puede haber funcionado bien para proyectos pequeños, pero fracasa cuando se aplica a instalaciones multimillonarias con potencial nacional. El resultado es un sistema de corto plazo en el que los intereses locales compiten con los objetivos nacionales y la escala y la estrategia a menudo pasan a un segundo plano.
Por otra parte, la competencia no se detiene. En Europa, Asia y otras regiones, las instalaciones a gran escala son la base de la fortaleza científica y económica. Estas empresas comparten características comunes: una organización coherente, una misión clara, financiación estable y responsabilidad directa en los niveles más altos. Estas instalaciones no solo producen ciencia, sino que fomentan la resiliencia, atraen asociaciones globales y sirven como prueba innegable de la ambición nacional.
Un nuevo enfoque para MRF
Para aprovechar este momento, Canadá necesita repensar cómo aborda los MRF. Debemos dejar de considerarlas como instalaciones aisladas mantenidas al menor costo sostenible. Más bien, deberíamos reconocerlos como activos nacionales interconectados: interdisciplinarios, colaborativos y centrales para nuestra visión de largo plazo. Lograr esto no requiere nuevas inversiones importantes. Los pasos más urgentes son estructurales e institucionales: establecer liderazgo y rendición de cuentas a nivel nacional, mejorar la coordinación e integrar estos servicios en la estrategia económica y de innovación más amplia de Canadá.
Aunque podemos inspirarnos en muchos modelos exitosos en el extranjero, la tarea esencial es sencilla. Canadá debe tratar el MRF como una red, no una colección. Cuando trabajamos juntos y empoderamos, podemos tener un impacto a una escala que ninguna institución puede lograr por sí sola.

Esta no es sólo una cuestión científica. Se trata de la resiliencia, la competitividad y la voz global de Canadá. Unas instalaciones de investigación e innovación sólidas y ágiles crean puestos de trabajo, forman talentos cualificados y fortalecen las asociaciones en un mundo donde la colaboración es moneda de cambio. Proyectan confianza en tiempos de incertidumbre: la confianza tranquila y firme de una nación invertida en su futuro.
Pero el tiempo es esencial. Se requiere un alto nivel de gestión para garantizar que estas instalaciones funcionen como los actores más valiosos que deberían ser. Canadá no puede permitirse el lujo de permitir que sistemas obsoletos limiten el potencial de los activos de clase mundial, ni podemos quedarnos atrás mientras otros países toman medidas decisivas.
Nuestro éxito a largo plazo depende de alianzas sólidas en el extranjero, y esas alianzas comienzan con fuerza y consistencia en casa. Al aprovechar más eficazmente nuestra amplia infraestructura de investigación, podemos tener un mayor impacto en los canadienses, profundizar nuestro papel en la ciencia global y asegurar nuestra posición como líder en innovación y descubrimiento.
El mundo está cambiando rápidamente. Canadá puede y debe cambiar en consecuencia. La cuestión no es si podemos liderar, sino si elegimos liderar. Ahora es el momento de actuar.
Este artículo también se publicará en el número 24 de la revista trimestral.
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