Según el Programa de Acción sobre Residuos y Recursos, los hogares del Reino Unido producen aproximadamente 4,7 millones de toneladas de desperdicio de alimentos cada año.
Sin embargo, los envases de plástico de un solo uso utilizados para reducir el desperdicio de alimentos plantean un problema aún más insidioso. Una vez desechados, los plásticos de un solo uso que amortiguan, sellan, protegen y prolongan la vida útil de nuestros alimentos pueden permanecer en vertederos, subterráneos, ríos y lechos oceánicos durante siglos.
El aumento de los desechos plásticos puede destruir los ecosistemas, impactar negativamente la seguridad alimentaria al empeorar la salud animal y causar problemas de salud a las personas.
La magnitud del problema de los residuos plásticos
Cada año, los hogares británicos tiran a la basura aproximadamente 90 mil millones de envases de plástico. En 2024, el Reino Unido alcanzó una tasa de reciclaje de aproximadamente entre el 51% y el 53,7% de los residuos de envases de plástico.
El resto fue incinerado, depositado en vertederos o enviado al extranjero, generalmente a países con sistemas débiles de gestión de residuos. Si se entierra, se quema o se almacena al azar, existe el riesgo de que fluya a los ríos o al océano.
Se han encontrado rastros de plástico por todas partes, desde el hielo del Ártico hasta los desiertos más calurosos, desde los vientres de las aves marinas hasta la sangre, los pulmones y las placentas humanas.
Los desechos plásticos finalmente no se descomponen como los desechos de alimentos, sino que continúan acumulándose, lo que poco a poco tiene un impacto negativo en los ecosistemas futuros.
Los residuos de comida se pudren, pero el plástico permanece
Los hogares del Reino Unido generan aproximadamente 16 millones de toneladas de dióxido de carbono a partir de desechos de alimentos y bebidas consumibles.
Pero si bien el desperdicio de alimentos es dañino, también tiene un final: se descompone y regresa al suelo.
Por el contrario, los envases de plástico permanecen para siempre, fragmentándose lentamente en pedazos más pequeños y descomponiéndose en componentes químicos resistentes que se adhieren a ellos.
Debemos ver el desperdicio en general como un desafío a superar.
Para superar estos desafíos, necesitamos reevaluar la jerarquía de las cosas por las que nos sentimos culpables como consumidores.
El desperdicio de alimentos es ciertamente importante, pero también lo son los envases de plástico. El problema es que los plásticos no han sido parte de nuestra economía moral por mucho tiempo.
Los plásticos se hicieron populares no porque tuvieran un significado profundo para las personas y las comunidades, como los alimentos, sino porque eran útiles y convenientes.
A diferencia de la comida, no tenemos tradiciones antiguas, recuerdos emocionales o preceptos morales asociados con cómo usamos o desechamos el plástico. Nadie aprecia los envases de plástico y nadie habla moralmente de tirarlos sin cuidado.
Necesitamos nuevas formas de pensar y hablar sobre los desechos plásticos como algo dañino que nos sobrevive, contamina los ríos, llena el estómago de los animales, se filtra en nuestros alimentos y daña nuestra salud incluso después de que dejemos de usarlos.
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